jueves, 5 de abril de 2012

Ver llover cristales.


No te esperaba.  Creía que te había guardado en el baúl de los olvidos, pero de nuevo apareciste. No sé por qué me extraño. En realidad no eres un extraño para mí. En realidad te sigo queriendo.

No te esperaba. Si lo hubiera sabido, hubiera recogido mis recuerdos. Verás que la cama no está hecha, que la ropa sucia está tirada por el suelo, y que quedan trozos de pizzas de tres días alimentando a un espécimen de hormiga.

No te esperaba. Nuestra ínfima relación había caído al olvido, y, por ello, no te esperaba. Creí a que ya no tenía solución. Qué esta decepción había alcanzado la cima de mi dolor. Que tropecé con la piedra más grande. Que el pesimismo me absorbió. Que el sin sentido de la vida se había convertido en mi filosofía. Que había caído en un pozo sin principio ni fin.

No te esperaba. Todo fue una mentira. Desde el inicio. Mentiras que se fueran alimentando unas tras otras, una retroalimentación positiva cada vez más y más peligrosa. Como suele suceder, explotó, como una bomba  programada para explotar en el momento oportuno. Se te pasa por la cabeza cortar el cable azul o rojo, pero ante los nervios y la indecisión, decides dejar que explote. Acaba con todo. Acaba con tus sentimientos. Acaba con tu vida. Decepción.

No te esperaba. Ni siquiera te invité. Rompí las ventanas para ver llover cristales. Para ver llover los recuerdos. Para llorar. No hay luz dentro solo la procedente de afuera. Dicen que al final del Túnez siempre hay una luz. Veo llover. Veo llover muy fuerte. Las gotitas de agua empiezan a invadirme. Empieza a entrar dentro de mi intimidad. La ventana estaba rota. ¿Te acuerdas? Estaba rota. Oigo el viento que hace un sonido impredecible por el oído humano. Sí, el silencio es mi mejor compañía. Los  árboles bailan obligados al son de la lluvia. Los oigo llorar dentro de mi silencio. Me siento bien, pues veo que no soy la única que sufre.

No te esperaba. Cuando si lo hice. Puse tres gardenias en el florero. Ahora están muertas. No son tontas. Le ocurre como con nuestro amor. Te necesitaba tanto. Tan sólo quería que estuvieras a mi lado, aunque no mediaras palabra, pero saber que estabas ahí. Pero no.

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