Frío. Vacío.
Desesperanza. Desilusión. Infelicidad.
Desde que
decidiste marchar, todo es blanco y negro. Mi desesperación solo se puede ir
con gritos de silencio marchito. Mi débil impotencia aumenta por momentos, al
igual que este ocre sentimiento en el centro de mi pecho y este tirante nudo en mi estómago. Mis ganas de tenerte cerca no pueden traspasar
estas cuatro paredes de tristeza. Mi mente va donde tú vas, no le importa otra
cosa, eres mi prioridad.
Lo que empieza
como un juego sin más, termina con miles de afilados cristales rotos de mi
corazón por el suelo. No quiere otra cura que no seas tú. Solo tú. Mis ganas de
estar contigo aumentan por momentos de soledad, en mis ratos de incertidumbre.
No tengo nada claro, lo único es que quiero tenerte cerca mía, sentirte y
sentir que todavía queda algo en tu corazón.
La idea de que
quieras e intentes olvidarme me aterra, y, desgraciadamente, mis miedos
comienzan a ser reales. Quiero hacerte
ver que deseas estar conmigo, quiero hacerte ver que soy todo aquello que viste
en mí y que te gustaba tanto. Quiero hacerte ver que no olvidas cada beso que
te di, te prometí y te regalé. Quiero hacerte ver que todavía tienes ganas,
fuerzas e ilusión de verme, de estar cerca de mí, de amarme.
No me dejes
nunca.
Te amo. No lo
olvides. No me olvides.