Veintitrés y once. Mejor, dicho, y doce.
Acaba otro día, otro día el cual estás haciendo mil cosas sin parar, pero a veces piensas que no
has hecho nada y que lo has desperdiciado. Incluso pienso que empleando estos
minutos aquí, en mi bola paranoica, que
estoy perdiendo el tiempo. E incluso pensando que estoy perdiendo el tiempo, en
realidad, estamos perdiendo el tiempo.
Uf veintitrés y quince, ¡Qué tarde es ya!
¿Yo no tenía que acabarme el tema número cinco enteros? Las ganas desvanecen y
la pereza aumenta por momentos. Mejor... sí... mejor me voy para la cama. Pero,
¡Mañana estaré más agobiada! Dios,
sacaría matrícula de honor es desaprovechar el tiempo y un master en perderlo.
Y si un día te pones a pensar, dices, uf
ya acabo primero, ya estoy en verano ¿Conseguí todo lo que me propuse para tal
fecha? Sí. No. Mensaje híbrido.
Cansada. Ayer no dormí nada. Me fui a la
biblioteca central a estudiar. A reivindicar mis derechos. Esas ideas que no
parten de cimientos fuertes, de raíces profundas, pero que están ahí. A medida
que se crece, observamos. Observamos nuestro mundo, las acciones, los
acontecimientos y nosotros decidimos y clasificamos si están bien o si están
mal. Si lo aceptamos o no lo aceptamos. Si lo metemos en el saco de las
injusticias o, sin embargo, lo metemos en el saco del visto bueno, que en
ocasiones, significa lo mismo.
Después llegas, y piensas si todo lo que
haces va acorde con tus principios, y te desvías del tema que al principio estabas
pensando. Piensas si actúas tal como piensas y como sientes. Si Intentas crear
buena atmósfera con todo lo que te rodea. Si intentas relacionarte con todo
aquel que tenga el amago de acercarse a
ti. ( no xD), y en salvadas ocasiones (no olvidemos que la crisis no solo es
política y económica) en intentar ayudar a los demás de corazón.
Bueno, mi reflexión final es que todo se
puede conseguir. No olvidemos que nuestro poder mental es mucho mayor que
nuestro poder físico. Solo es cuestión
de fuerza, valor y voluntad.